lecciones de una desilusión inspiración
A veces la vida te da golpes inesperados, de esos que, aunque duelen, te despiertan con una claridad que no tenías antes. A mí me tocó vivir una de esas experiencias recientemente. Estaba emocionada, ilusionada y, de alguna manera, dispuesta a dar una oportunidad a alguien de mi pasado, a creer que las cosas podían ser diferentes. Pero no contaba con el miedo, ni el de él ni el mío.
Él me había dado señales de querer regresar, o al menos eso parecía. Y aunque tenía dudas, me atreví a abrir mi corazón una vez más. Hicimos planes para vernos, y en mi mente se dibujaba el inicio de algo bueno, quizá un nuevo comienzo. Pero no llegó. No me avisó, no se dignó siquiera a decirme que no iría. Esa cobardía, ese silencio hiriente, fue la gota que derramó el vaso. En ese momento me di cuenta de algo importante: si él no podía ser valiente para estar conmigo, ¿de qué servía todo lo que yo estaba dispuesta a darle?
Ese día tenía una agenda llena de ilusiones, no solo por verlo a él. Era el día en que debía entregar un paquete, mi primera venta en línea en Mercado Libre. Para algunos podría ser algo pequeño, pero para mí significaba un paso en la dirección de mis sueños. Estoy vendiendo cosas, trabajando cada día para reunir el dinero que me permita cumplir mi meta de viajar a Japón con Omnilife. Japón es mi sueño, mi motivación. Y ahí estaba yo, dejando que un plantón interfiriera con algo tan importante para mí.
Reflexioné sobre lo que realmente quiero en la vida. Me pregunté por qué estaba dispuesta a esforzarme tanto por una persona que no se interesaba por mis sueños, una persona que no hubiera movido un dedo por mí. Y fue entonces cuando recordé ese dicho: “Hay que tenerle más miedo a un cobarde que a un valiente, porque el cobarde te traiciona y el valiente te confronta.” Él no fue valiente para estar conmigo; prefirió huir y no dar la cara, y eso duele. Pero, al final, me dio la mejor lección.
Al ver mis inseguridades y cómo a veces yo misma las permito, me di cuenta de que, si tan solo me enfocara en mis fortalezas, ¿hasta dónde podría llegar? Aquel día lloré, pero no por él, sino por mí. Porque me dolió ver cómo dejé que mis dudas me limitaran. Me pregunté cómo sería mi vida si, en vez de perseguir a personas que no quieren quedarse, enfocara mi energía en construir mi propio camino y en cumplir mis sueños.
Ese día tomé una decisión: quiero cambiar mi vida. Quiero dejar de ser la persona que espera, que pone su felicidad en manos de otros, y convertirme en alguien que lucha por sí misma, por sus sueños y por lo que realmente importa. Sé que es difícil y que el camino no será fácil, pero si puedo enfrentar mis miedos y ser valiente, sé que nada me detendrá.
Este es solo el comienzo de mi historia. Hoy, más que nunca, sé que el viaje a Japón no es solo un destino físico; es el reflejo de una meta mucho más grande: la meta de ser fiel a mí misma y de vivir una vida que me haga sentir orgullosa.
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